10/09/2019
Por Gaspard Estrada
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, entró en una disputa con el mandatario de Francia, Emmanuel Macron, y unos días después acusó a la expresidenta chilena y alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, de entrometerse en los asuntos de Brasil. Estos dos episodios revelan que la nueva política exterior impulsada por el presidente está condenada al fracaso.
También significan un quiebre en la célebre tradición diplomática brasileña y disminuyen las posibilidades del país sudamericano de resolver la urgencia medioambiental de la Amazonía, así como las probabilidades de cerrar uno de los acuerdos comerciales más importantes para su futuro —el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur— y terminan de desquebrajar la imagen de Brasil frente a la comunidad internacional. Si Bolsonaro persiste en su estrategia de pelea, contraria a la larga historia diplomática de Brasil, su país saldrá muy perjudicado.
La crisis comenzó en Twitter. Macron publicó que los incendios que consumen a la Amazonía estarían en la agenda del Grupo de los Siete (G7), la cumbre de las siete economías más grandes del mundo. Desde Brasil, Bolsonaro arremetió contra Macron y se burló de la primera dama francesa, Brigitte Macron. La relación diplomática entre París y Brasilia se convirtió en un lodazal político que terminó con Bolsonaro rechazando un rescate para la Amazonía de 20 millones de dólares del G7 si el presidente francés no se disculpaba. Unos días después, la alta comisionada de la ONU dijo que en Brasil se vive “una reducción del espacio cívico y democrático, caracterizado por ataques contra los defensores de los derechos humanos” y Bolsonaro, de nuevo, arremetió contra ella: “Su país no es Cuba solo gracias a los que tuvieron el coraje de dar un basta a la izquierda en 1973, entre estos comunistas estaba su padre”.
Bolsonaro llegó a la presidencia con un discurso de extrema derecha, que mezcla teorías conspirativas con ideas de la Guerra Fría. Para el antiguo capitán del ejército brasileño la defensa del multilateralismo y la lucha contra el cambio climático son el fruto de una ideología “marxista y global” que debe ser “extirpada en aras de liberar a Brasil”. El problema para Bolsonaro es que ambas agendas han sido los pilares de la política exterior de Brasil en las últimas décadas.
Brasil tiene una historia de presencia e influencia en el seno de organismos internacionales (Osvaldo Aranha fue vital en la formación de las Naciones Unidas) y el país ha participado en numerosas operaciones de mantenimiento de la paz. Algunos brasileños han estado al mando de organismos multilaterales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Y de la cumbre de Río de Janeiro en 1992 a la cumbre de cambio climático COP21 en 2015, Brasil ha sido un actor central de las negociaciones medioambientales para el planeta.
Pero con la llegada al poder de Bolsonaro, el rol internacional de Brasil ha cambiado.
Su decisión de cancelar la organización de la COP25, que en 2019 iba a ser en Brasil, y su amenaza de salir del Acuerdo de París comenzaron a marcar la pauta de la nueva política exterior brasileña: lejos de sus intereses históricos y cerca del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Bolsonaro ha hecho de su relación con Trump una de sus principales banderas políticas. Pero incluso la relación entre Estados Unidos y Brasil se podría ver dañada a raíz del lodazal diplomático de los últimos días. Más allá de algunos tuits, Trump no tomó ninguna iniciativa diplomática para defender a Bolsonaro y más bien respaldó el trabajo de Macron durante el G7.
No solo eso, este combate con Macron ha puesto en peligro el acuerdo entre la UE y el Mercosur, que había sido vendido por el gobierno brasileño como uno de sus mayores éxitos diplomáticos hasta ahora. Durante el G20, celebrado en junio de este año en Osaka, Macron aceptó firmar el acuerdo de la UE y el Mercosur, pero ahora se sabe que dentro del partido de Macron había una gran resistencia al acuerdo y es probable que el texto no sea ratificado por el parlamento francés. Así que las condiciones para el tratado ya no son las más favorables.
Si quisiera enviar una señal de conciliación hacia Francia y la Unión Europea, el gobierno brasileño tendría que dar marcha atrás a sus políticas nocivas hacia el medioambiente —como la autorización masiva de pesticidas, la reducción de las atribuciones y del presupuesto de las agencias que trabajan en contra de la deforestación—, y reafirmar su voluntad de mantenerse en el Acuerdo de París. Políticamente, esto significaría que Bolsonaro apueste por el libre comercio, el multilateralismo basado en normas y que acepte que las empresas europeas dispongan de un acceso preferencial al mercado del Mercosur. Es decir, todo lo que Trump no quiere. Hacerlo, requerirá de abandonar la sumisión hacia el presidente estadounidense.
https://www.nytimes.com/es/2019/09/10/espanol/opinion/bolsonaro-bachelet-macron.html